Gestionar mejor nuestras Energías.
En muchas ocasiones, una mala gestión de la energía puede generar un desaprovechamiento del tiempo. Porque este último es un recurso limitado, pero con la energía ocurre algo diferente. Si se siguen una serie de pautas, puede expandirse. Sin embargo, a lo largo del día, suele ocurrir precisamente lo contrario. El desgaste físico y emocional, las conversaciones tóxicas, la dispersión, el modo multitarea o la lucha con los medios tecnológicos pueden incrementar la pérdida de energía. Hay días en los que pensamos que hubiera sido mejor no habernos levantado de la cama y todo nos cuesta un tremendo esfuerzo; por el contrario, otros días somos capaces de movilizar a un regimiento y nos sobra energía por todas partes.
Eficacia, poder o virtud para obrar. Capacidad para realizar un trabajo. Esta es la definición que la Real Academia Española da de la energía. Cuando flaquea, acometer las tareas diarias puede convertirse en un absoluto desafío, más aún, si el tiempo es insuficiente. Si no duermo, tengo cualquier dificultad física para realizar una tarea o me siento débil mentalmente, por muy bien que gestione el tiempo, no voy a obtener un buen rendimiento. La gestión de la energía está directamente relacionada con el cuerpo, las emociones, la mente y el espíritu. Dependiendo de cómo percibimos la realidad, de los sentimientos o reacciones ante diferentes sucesos o noticias del día nos vamos moviendo de un estado de ánimo a otro. Aquí reside la clave para gestionar nuestra energía.
Existen ciertos comportamientos que si se practican intencionalmente y se programan con precisión ayudan a mejorarla. Cuando me dirijo a mi mesa de trabajo, reviso mi estado emocional, pues sólo desde la quietud y la positividad decido encaminar el día. Es decir, gestiono primero mi energía y luego mi tiempo. Sólo el trabajo que hagamos a pleno rendimiento y en óptimas condiciones será siempre de mejor calidad y generará mejores resultados, por eso es fundamental realizar actividades previas para encontrar la calma y el equilibrio
Mantener una serie de hábitos y rituales hacen posible que los niveles de energía de la tarde sean similares a los de la mañana. Estos son algunos de los consejos para conseguir amplificarlos:
1. Comer poco y a menudo
Las pautas para mejorar la energía física son de sobra conocidas. Dormir bien, hacer ejercicio y alimentarse de forma saludable. Son hábitos que suelen pasarse por alto cuando existen muchas responsabilidades o tareas a acometer a lo largo del día. Sin embargo, la falta de alguno o de todos estos rituales deriva en la dificultad para manejar las emociones, una pérdida de la atención y, por supuesto, un nivel bajo de energía.
El simple hecho dividir las dos grandes comidas diarias en otras más pequeñas y tomar tentempiés cada tres horas ayuda a estabilizar los niveles de glucosa y evitar picos o bajadas, que influyen directamente en la energía.
2. Tomar descansos
Según indicaba un artículo leído en la revista "Harvard Business Review", los pequeños descansos a lo largo del día son necesarios para preservar la energía. Su importancia radica en los “ritmos ultradianos”, ciclos de entre 90 y 120 minutos durante los cuales el organismo pasa de un estado de alta energía a uno de baja. Hacia el final de cada ciclo, el cuerpo comienza a anhelar un período de recuperación. Las señales incluyen inquietud física, bostezos, hambre y dificultad para concentrarse, comentaban en la publicación. Para evitar el agotamiento de la atención, se recomienda hacer pausas para descansar, caminar, airearse y beber agua.
Hacia el final de cada ciclo, el cuerpo comienza a anhelar un período de recuperación. Las señales incluyen inquietud física, bostezos, hambre y dificultad para concentrarse”, comentaban en la publicación. Para evitar el agotamiento de la atención, Valderrama recomienda hacer pausas para descansar, caminar, airearse y beber agua.
3. Controlar las Emociones.
El desgaste emocional también merma la energía. Para controlar este aspecto lo primero es ser consciente de cómo varía el estado anímico a lo largo del día y cuáles son los detonantes del cambio. “Tanto las relaciones como las conversaciones tóxicas restan energía”, comparte la psicóloga organizacional, que propone como contrapunto cultivar la empatía y las relaciones positivas en el trabajo.
De la falta de recuperación física y mental también manan emociones negativas. La razón está en que el organismo no está diseñado para mantener sensaciones altamente positivas durante largos periodos de tiempo. Cuando la realidad es demasiado exigente y surgen desafíos inesperados, el organismo entra en modo de defensa y desencadena ansiedad, inseguridad o miedo, entre otras emociones. Como consecuencia disminuye la capacidad reflexiva, por ejemplo. Para contrarrestar su efecto, es importante dedicar un tiempo a identificarla y a través de la respiración consciente aceptarla para, después, dejarla marchar.
“Sólo el trabajo que hagamos a pleno rendimiento y en óptimas condiciones será siempre de mejor calidad y generará mejores resultados, por eso es fundamental realizar actividades previas para encontrar la calma y el equilibrio” antes de exigirse rendir, insiste la experta en inteligencia emocional y presidenta en El mundo de las emociones. Asimismo, el pensamiento positivo, el cultivo de afectos y relaciones personales y el autocuidado son patrones que contribuyen a mantener emociones positivas.
4. Desactivar el modo Multitareas.
Aunque parezca que desarrollar varias actividades al mismo tiempo es una forma de agilizarlas, el resultado es el contrario al deseado y la multitarea no resulta beneficiosa. Esto se debe a que el cambio del foco de atención de una tarea a otra acarrea un coste que puede aumentar en un 25% el tiempo de ejecución de la principal. Valderrama recomienda terminar siempre una tarea antes de empezar la siguiente.
5. Encontrar Motivación.
El aburrimiento, la falta de propósito o la procrastinación son otro tipo de ladrones de energía. “Para combatirlos es necesario conocer lo que a uno le motiva, lo que le hace fluir, para lo que se encuentra capacita. En el ámbito laboral, encontrar el propósito dentro de la empresa y sentirse motivado son herramientas para fomentar el compromiso. Algo que en muchas ocasiones se pasa por alto debido a las altas exigencias y plazos ajustados. Cada miembro de la organización, en su medida, necesita apoyo para estar en la fase donde se encuentre, no caben las amonestaciones para que se mueva con prisas y cambie antes. No sirve de nada. Un gran pensador del arte de la dirección, Tannenbaum, escribía: Los directivos deben estar profundamente sensibilizados con los efectos que acarrearía el sancionar procesos dentro de la propia organización que puedan liberar impredecibles, y las más de las veces, poderosos sentimientos.
Entender que los seres vivos –por supuesto también el ser humano– generamos campos de energía, permite que consideraremos nuevas respuestas a las preguntas de siempre. ¿Por qué a veces me siento bien o me siento mal al lado de una persona? ¿Por qué a veces entro en un lugar y me siento agredida aunque nadie me haya dicho nada? ¿Cómo puede ser que yo sepa que mi hijo está teniendo problemas antes de que me lo diga? ¿Por qué algunas personas me agotan tanto?. Nuestro campo energético nutre nuestro cuerpo físico y nos protege del entorno. El enfoque fundamentalmente mecanicista de la medicina que consideramos “científica” en nuestro entorno socioeconómico nos complica mucho la comprensión de algo fundamental: No deberíamos seguir separando el funcionamiento físico del cuerpo del funcionamiento mental y del emocional. El ser humano tiene un cuerpo, tiene una mente, unas emociones y un espíritu y cualquier acercamiento a la salud y a la enfermedad (y al diagnóstico y al tratamiento) tiene que tener en cuenta todo ello en su conjunto. El hecho de que no podamos “medir lo emocional” no significa que no podamos evidenciar cómo afecta lo emocional a aquello que sí podemos medir y avanzar en su interpretación sobre la base del nuevo conocimiento que también se va generando. Al igual que medimos desde hace más de 100 años la actividad eléctrica del corazón (electrocardiograma), la actividad del cerebro (electroencefalograma) o el grado de activación muscular (electromiograma), también podemos medir la energía electromagnética de nuestro campo de energía. Desde que se inventó la fotografía, el hombre descubrió que se podía fotografiar también algo parecido a un «halo» electromagnético que rodea a los seres vivos, aunque fotografiar algo no es lo mismo que saber qué significa. La comprensión de los campos electromagnéticos humanos y su importancia en relación con la salud no se inició sino con las aportaciones de los esposos Kirlian allá por 1939. Es en los últimos treinta años que la física moderna ha ido desgranando conocimiento alrededor de los elementos “materia-energía” (dos caras de la misma moneda), junto con el desarrollo tecnológico para la medición de esa actividad.
Hoy día disponemos de cámaras de infrarrojos para visualizar la distribución de la temperatura en el cuerpo y localizar posibles alteraciones… Disponemos también de una tecnología de gran valor, incluso pedagógico, como es la #Bioelectrografía GDV" (siglas en inglés de Visualización por Descarga de Gas; Bio-Well).
Esta tecnología permite visualizar las reservas energéticas de nuestro cuerpo y que cambios se producen en nuestra estructura energética, como consecuencia de a los diferentes estímulos externos (lo que hacemos, los lugares donde estamos, las personas con las que nos relacionamos, lo que comemos, etc.) y de los estímulos internos (nuestros propios pensamientos y emociones). Es decir, tenemos el conocimiento y la tecnología para medir nuestro campo electromagnético. A diferencia de lo que ocurre en un objeto físico, un campo no tiene un límite, no termina en ningún lugar concreto; se prolonga y amortigua en la distancia pero en realidad no termina. Es en este sentido que puedo decir que yo no termino donde veo mi piel, sino que en realidad, me extiendo más allá de mi cuerpo físico. Es cierto que mi influencia se va haciendo cada vez menor cuanto más lejos de mí, pero no termina. Todo está totalmente conectado por estos campos de energía. Mi energía conecta con la de las personas físicamente cercanas, y también (por otros procesos) con las emocionalmente cercanas.
Todas las actividades que realizamos a lo largo del día modifican nuestra estructura energética. A estas modificaciones que nos fortalecen y nos favorecen las llamamos “constructivas”. En otras ocasiones, la interacción con el exterior nos desarmoniza, haciendo que perdamos energía, que nos sintamos más débiles, más confusos, o simplemente mal. Más que juzgar si un factor o una actividad o una situación es “buena” o es “mala”, simplemente habrá factores que puntualmente, armonizan y otras que desarmonizan. A lo largo de muchos años me he dedicado a analizar qué repercusión tienen las acciones cotidianas, para ver qué nos armoniza y qué no. He podido observar cómo las personas que actúan con pasión tienen niveles de energía más elevados. Por ejemplo cuando se baila se producen muchos desbloqueos energéticos, favoreciendo la libre circulación de la energía. Cantar también es una actividad que mejora el estado energético general (cantar por placer, claro), como moverse o practicar ejercicio suave de forma constante. Si conseguimos que nuestra mente se centre en un pensamiento positivo, en un pensamiento de gratitud, de optimismo, todo nuestro campo energético se hace más fuerte, más armónico. Estamos entonces menos sujetos a lo que ocurra fuera, menos reactivos, menos vulnerables y eso tiene una repercusión directa sobre nuestra salud, tanto física como emocional.
Camina descalzo por la tierra siempre que puedas. El intercambio de iones entre tu cuerpo y la tierra favorecerá la descarga electrostática y producirá grandes beneficios en tu salud. Intenta dedicar un tiempo cada día a entrenar tu mente para que se pueda enfocar en tus sueños y proyectos. Recuerda que los pensamientos pueden tener un efecto devastador o mágicamente reconstructor de tu propio campo de energía. Dedica algunos minutos al día a respirar conscientemente. A través de la respiración introducimos una gran cantidad de energía en nuestro cuerpo, energía disponible para ser utilizada en cualquier proceso mental o biológico. No es necesaria ninguna técnica sofisticada. Basta con que cada 2 o 3 horas cierres un instante los ojos y hagas unas 10 respiraciones conscientemente. Solo observa el aire que entra y sale de tu cuerpo.
Decía Oscar Wilde que amarse a uno mismo es el secreto del romance para toda la vida. Pero cuando se trata de mantener el amor en pareja la receta no resulta tan simple. Aceptar al compañero tal cual es puede ser un comienzo, pero tampoco garantiza un final de película.