Necesito Solucionar mis Síntomas de Vértigo
Lo que se siente al tener la fibrilación auricular varía de una persona a otra. Algunos pacientes notan palpitaciones y latidos cardíacos irregulares y se dan cuenta inmediatamente de cuándo comienza la fibrilación auricular. Otros sienten malestar en el pecho, falta de aliento, aturdimiento, mareos o cansancio general, sin tener palpitaciones. En algunas personas los síntomas de fibrilación auricular pueden estar presentes en reposo, mientras que en otras aparecen durante el ejercicio.
El inicio de un episodio de fibrilación auricular no siempre es claro. En algunos casos, los síntomas aparecen de forma abrupta, mientras que en otros hay una reducción en la capacidad para hacer ejercicio. En este último caso, es posible que no se sospeche una fibrilación auricular y puede pasar mucho tiempo antes de que el paciente busque atención médica.
Por último, es posible que alguien con fibrilación auricular no presente ningún síntoma y que la arritmia se descubra accidentalmente, por ejemplo, durante una revisión médica de rutina o al utilizar un dispositivo portátil.
La razón por la que algunas personas con fibrilación auricular experimentan síntomas, mientras que otras no, no está clara. En muchos pacientes, los síntomas se limitan a un latido cardíaco más rápido. Sin embargo, algunos pacientes tienen síntomas, incluso sin que la frecuencia cardíaca sea rápida. En otros casos, el corazón late demasiado lentamente durante la fibrilación auricular, lo que también puede causar síntomas.
Los episodios de fibrilación auricular pueden desaparecer sin tratamiento, sin embargo, debe hablar con su médico sobre qué hacer si se produce un episodio. Si presenta síntomas desagradables que le hagan sentir muy mal (como náuseas, dolor de pecho, desmayos, etc.), debe recibir atención médica de inmediato en un hospital.
- Acuéstate inmediatamente. ...
- Mejor, un ambiente relajado. ...
- Ten mucha precaución al caminar. ...
- Mueve la cabeza despacio. ...
- Evita cambios bruscos de posición. ...
- Intenta relajarte. ...
- Una vez los síntomas remitan, reanuda la actividad poco a poco.
El vértigo no es sinónimo de mareo
Aunque a menudo se describa como una especie de mareo, sufrir vértigo tiene otras connotaciones: se trata de un síntoma que se caracteriza por una sensación ilusoria de movimiento, producida por una pérdida o una alteración de la orientación espacial, y que normalmente tiene su origen en las estructuras del oído. Es decir, el movimiento no es real, pero lo percibimos como tal.
La palabra vértigo procede del término latino vertere, que significa dar vueltas Dicha sensación puede ser de balanceo, de rotación o de desplazamiento y quien la padece puede sentir que este movimiento afecta a su propio cuerpo o a lo que le rodea. Por ejemplo, le puede parecer que está girando sobre sí mismo, que el suelo que está pisando se inclina o que la estancia en la que se encuentra gira.
Se trata de un trastorno que, aunque la mayoría de las veces no es grave, resulta muy incapacitante y puede mermar mucho la calidad de la vida de la persona que lo sufre. Con frecuencia, obliga a faltar al trabajo, a interrumpir las tareas cotidianas y a permanecer en el hogar cuando aparece. Es un problema bastante frecuente: según la Federación Argentina de Sociedades de Otorrinolaringología, el 80% de la población ha sufrido un episodio de vértigo en su vida. También de acuerdo a esta entidad, se trata de un motivo de consulta frecuente, tanto en Atención Primaria como en Urgencias. Aunque su incidencia aumenta entre las personas mayores, puede afectar a mujeres y hombres de cualquier edad e incluso a niños.
Movimiento involuntario de los ojos y otros síntomas
Además de la sensación de estar girando o rotando de la que hemos hablado antes, pueden acompañar al vértigo síntomas como los siguientes:
- Nistagmo: son movimientos habitualmente involuntarios, rápidos y repetitivos de los ojos. Estos se mueven de lado a lado (de forma horizontal), hacia arriba y hacia abajo (vertical) o de forma circular (rotatoria).
- Mareo, sudoración, náuseas y vómitos.
- Taquicardia.
- En ocasiones, acúfenos (zumbidos o pitidos en el oído) o pérdida de audición en un oído.
- Pérdida del equilibrio. Son frecuentes las caídas, lo cual, a su vez, aumenta el riesgo de fracturas.
Además, algunos tipos de vértigo menos frecuentes pueden asociarse a visión doble, parálisis facial dificultades para hablar o debilidad en las extremidades.
¿Qué tipos de vértigo hay y cuáles son sus causas?
El vértigo puede presentarse en personas en las que no se identifican otros problemas de salud, pero que sufren una alteración en su sistema de equilibrio y de orientación en el espacio, o bien pueden ser un síntoma de alguna otra enfermedad o causa subyacente.
En función de dónde se localiza su causa, puede ser principalmente de dos tipos: periférico o central.
Si se debe a una alteración en las estructuras del oído interno que controlan el equilibrio (sistema vestibular) o en el nervio que conecta a este con el cerebro (nervio vestibular), estaremos hablando de vértigo periférico. Se trata del tipo más común, pues, según algunos autores, comprende entre el 85% y el 90% de los casos de vértigo. Se distingue por un inicio brusco y sus síntomas suelen ser intensos; además, se exacerban con el movimiento de la cabeza o el cambio de postura. La sensación que percibe la persona afectada suele ser de rotación, puede durar desde unos pocos segundos, hasta horas -en función de la causa- y llegar acompañada de náuseas y vómitos, así como de pérdida de audición o de acúfenos.
La causa más frecuente del vértigo periférico es un trastorno llamado vértigo posicional paroxístico benigno, que puede producir episodios breves cuando cambiamos postura. Por ejemplo, al acostarnos, al levantarnos de la cama o al inclinarnos. Un trastorno del oído interno llamado enfermedad de Ménière es la segunda causa más frecuente de vértigo periférico, mientras que la inflamación del nervio vestibular (neuritis vestibular) es la tercera. El vértigo periférico puede aparecer también como consecuencia del uso de determinados fármacos que son tóxicos para el oído, de un traumatismo craneoencefálico, de la presencia de un tumor que presione la zona, de la irritación e inflamación de una parte del oído interno (laberintitis) o de enfermedades que afecten al oído medio, como otitis, tumores, cuerpos extraños o tapones de cera, y otras como la meningitis.
Por otro lado, si el vértigo se debe a un problema en el cerebro, se trataría de vértigo central. Al contrario que el periférico, este no está relacionado con los movimientos de la cabeza o con los cambios de postura, y sus síntomas suelen ser de menor intensidad y aparecer y evolucionar de manera progresiva. La sensación de rotación se percibe con menor claridad y su duración puede oscilar desde unos días hasta meses o años.
Entre otras causas, el vértigo central puede estar provocado por una enfermedad cerebrovascular, algún tipo de migraña, enfermedades como la esclerosis múltiple o la epilepsia, infecciones o traumatismos o la presencia de tumores en algunas áreas del cerebro.
En algunas pocas ocasiones y, según algunas guías, las causas se relacionan con problemas en la visión o en las cervicales.
Movimiento involuntario de los ojos y otros síntomas
Además de la sensación de estar girando o rotando de la que hemos hablado antes, pueden acompañar al vértigo síntomas como los siguientes:
- Nistagmo: son movimientos habitualmente involuntarios, rápidos y repetitivos de los ojos. Estos se mueven de lado a lado (de forma horizontal), hacia arriba y hacia abajo (vertical) o de forma circular (rotatoria).
- Mareo, sudoración, náuseas y vómitos.
- Taquicardia.
- En ocasiones, acúfenos (zumbidos o pitidos en el oído) o pérdida de audición en un oído.
- Pérdida del equilibrio. Son frecuentes las caídas, lo cual, a su vez, aumenta el riesgo de fracturas.
Además, algunos tipos de vértigo menos frecuentes pueden asociarse a visión doble, parálisis facial dificultades para hablar o debilidad en las extremidades.
¿Qué tipos de vértigo hay y cuáles son sus causas?
El vértigo puede presentarse en personas en las que no se identifican otros problemas de salud, pero que sufren una alteración en su sistema de equilibrio y de orientación en el espacio, o bien pueden ser un síntoma de alguna otra enfermedad o causa subyacente.
En función de dónde se localiza su causa, puede ser principalmente de dos tipos: periférico o central.
Si se debe a una alteración en las estructuras del oído interno que controlan el equilibrio (sistema vestibular) o en el nervio que conecta a este con el cerebro (nervio vestibular), estaremos hablando de vértigo periférico. Se trata del tipo más común, pues, según algunos autores, comprende entre el 85% y el 90% de los casos de vértigo. Se distingue por un inicio brusco y sus síntomas suelen ser intensos; además, se exacerban con el movimiento de la cabeza o el cambio de postura. La sensación que percibe la persona afectada suele ser de rotación, puede durar desde unos pocos segundos, hasta horas -en función de la causa- y llegar acompañada de náuseas y vómitos, así como de pérdida de audición o de acúfenos.
La causa más frecuente del vértigo periférico es un trastorno llamado "vértigo posicional paroxístico benigno", que puede producir episodios breves cuando cambiamos postura. Por ejemplo, al acostarnos, al levantarnos de la cama o al inclinarnos. Un trastorno del oído interno llamado enfermedad de #Ménière es la segunda causa más frecuente de vértigo periférico, mientras que la inflamación del nervio vestibular (neuritis vestibular) es la tercera. El vértigo periférico puede aparecer también como consecuencia del uso de determinados fármacos que son tóxicos para el oído, de un traumatismo craneoencefálico, de la presencia de un tumor que presione la zona, de la irritación e inflamación de una parte del oído interno (laberintitis) o de enfermedades que afecten al oído medio, como #otitis, tumores, cuerpos extraños o tapones de cera, y otras como la #meningitis.
Por otro lado, si el vértigo se debe a un problema en el cerebro, se trataría de #vértigo central. Al contrario que el periférico, este no está relacionado con los movimientos de la cabeza o con los cambios de postura, y sus síntomas suelen ser de menor intensidad y aparecer y evolucionar de manera progresiva. La sensación de rotación se percibe con menor claridad y su duración puede oscilar desde unos días hasta meses o años.
Entre otras causas, el vértigo central puede estar provocado por una enfermedad cerebrovascular, algún tipo de migraña, enfermedades como la esclerosis múltiple o la epilepsia, infecciones o traumatismos o la presencia de tumores en algunas áreas del cerebro.
En algunas pocas ocasiones y, según algunas guías, las causas se relacionan con problemas en la visión o en las #cervicales. Aunque normalmente no son graves, los vértigos pueden resultar muy incapacitantes y deteriorar mucho la calidad de la vida de quien los padece. En general, el paciente se refiere a ellos como “mareo” con sensación de giro o movimiento -aunque este no se produce en la realidad- y que genera la pérdida o la alteración de la orientación espacial.
PARA QUIENES PADECEN EL MAL DE LAS ALTURAS
- El mal de altura es una afección que se produce cuando ascendemos a grandes altitudes y como consecuencia de la disminución de la disponibilidad de oxígeno en el aire, que es una característica de los parajes elevados. Pero también la velocidad de ese ascenso puede propiciar su aparición, así como la altitud a la que se duerma. Por todo ello, esta enfermedad suele afectar a alpinistas, montañeros o esquiadores, aunque también a otros viajeros que acuden a lugares situados a grandes alturas.
- En concreto, el mal de altura puede producirse aproximadamente a partir de los 2.400 metros, ya que, a partir de esa altura, la disminución de la presión atmosférica y la caída de la disponibilidad de oxígeno en el aire se van haciendo más pronunciadas. Los síntomas pueden ser leves -mareo, fatiga, irritabilidad, dolor de cabeza, inapetencia, náuseas, vómitos, pulso rápido, mayor dificultad para respirar con el esfuerzo…-, pero también graves como problemas para caminar, confusión, coloración azulada, pálida o grisácea de la piel, dificultad para respirar en reposo, tos, expectoración de sangre, confusión, e incluso, el coma. Por ello, si aparece, sobre todo en sus formas graves, debe iniciarse inmediatamente el descenso a la mayor velocidad que sea posible. Por otra parte, en función de la gravedad del cuadro y las posibilidades de descenso inmediato o no, se administrarán líquidos, diversos medicamentos y oxígeno a la persona afectada. Si el cuadro es grave, puede precisar hospitalización.
Cuando se vaya a hacer una subida a un monte o montaña o una zona donde la altitud es elevada y poco frecuente para nosotros, se debe tener presente que el mal de altura puede afectar a cualquiera, por lo que el conocimiento de los primeros auxilios básicos para afrontarlo ayudará a que todos los viajeros lleguen a su destino sin problemas. El diagnóstico precoz y la identificación de los primeros signos de mal de montaña es vital para poder actuar en consecuencia y evitar males mayores:
- Cuando comiencen los primeros síntomas de mal agudo de montaña inmediatamente hay que dejar de ascender. Se deberá tomar un descanso, hidratarse bien y consumir algo que aporte energía. Estos síntomas leves suelen desaparecer en una hora aproximadamente –depende de la persona–, y después tu cuerpo volverá a estar listo para la próxima etapa.
- Si al cabo de esa periodo de descanso los síntomas no han desaparecido es necesario comenzar a descender. Normalmente al bajar de 300 a 500 metros se empieza a notar una rápida mejoría. Una vez descendido se recomienda hacer una pausa en el viaje, para ayudar al organismo a aclimatarse, siendo necesario a veces pasar la noche antes de volver a continuar el ascenso.
- Si los síntomas que aparecen son graves, el descenso se hace obligatorio. Se pueden administrar analgésicos de venta libre, como la aspirina o el paracetamol, para reducir los dolores de cabeza. La administración de oxígeno suplementario (regulado a 4-6 litros por minuto) es de gran ayuda y va a combatir la mayoría de los síntomas.
- En caso de que el estado del afectado sea muy grave y el descenso se haga imposible es necesaria la administración de oxígeno (4-6 litros por minuto) junto con una inyección de corticoides como la dexametasona, y la toma de algún fármaco diurético. Una vez estabilizada la persona, se ha de comenzar el descenso inmediatamente.
- Si hay pérdida de conciencia significa que el afectado está en estado crítico. Ante esta situación se hace necesario el rescate inmediato y la asistencia médica especializada.
- Nunca se ha de seguir ascendiendo si se tiene alguno de estos síntomas. Una mayor altitud lo único que hará es empeorar el estado del aquejado.
- Si el descenso es requerido, cuando se pasen los síntomas no se debe continuar ascendiendo inmediatamente, hay que esperar un tiempo prudencial y disminuir el ritmo de subida.
- Aunque todo montañista debe tener en cuenta los primeros auxilios a llevar a cabo ante un caso de mal de montaña, el mejor tratamiento es la prevención. Con un buen entrenamiento y una buena preparación física el riesgo de padecer mal de altura o soroche disminuye, aunque no desaparece.