Volver a Vivir Con Valores Humanos
El concepto de valores humanos abarca todos aquellos bienes universales que vamos adquiriendo, asimilando y transmitiendo en nuestra vida y que nos motivan en nuestras decisiones cotidianas, ayudándonos a nuestra autorrealización y perfeccionamiento.
Valores seculares y laicos: Este eje es el más tradicional. La educación salvadoreña siempre tuvo, entre sus preocupaciones y quehaceres, fomentar unos determinados valores morales y culturales, que no eran ajenos a los intereses de los grupos de poder económico, político-militar y religioso.
Esos valores se generaban desde varios focos: las costumbres, la religión, el caudillismo, el militarismo y los estilos de vida oligárquicos hacendatarios. Casi siempre, en un amasijo confuso, esos valores –que no siempre eran coherentes entre sí— se hacían presentes en la escuela, donde eran reproducidos y fomentados, haciendo que niños y jóvenes se los apropiaran a lo largo de su proceso formativo. Los atrios de las iglesias eran los otros espacios “educativos” en los que se cultivaban valores de la misma tónica. Otros términos que están estrechamente ligados a estas cualidades son las actitudes y conductas, las cuales representan la manera en que se actúa en un momento determinado, de acuerdo a lo que creemos, sentimos y valoramos. esta aptitud son valiosos por lo que son, es decir por lo que pueden llegar a significar o representar en una sociedad dada, y no por lo que se opine de ellos Los valores son importantes, pues ayudan al individuo a conducirse en la vida con un criterio moral basado en su sistema de creencias, aprendizajes, estándares e ideales. La aplicación de los mismos, ayuda a una sana convivencia entre los miembros de una sociedad, de un entorno familiar, de un entorno escolar, de un entorno laboral o incluso de un país.
Otros valores importantes, que en lo absoluto son ajenos a la educación, en esta visión tradicional, quedaban relegados a segundo plano o eran francamente inexistentes. Quedaban en segundo plano (en muy segundo plano) los valores intrínsecos al conocimiento científico y filosófico, como la búsqueda de la verdad, la honestidad intelectual, el vínculo entre conocimiento y realidad, la responsabilidad social de las personas de conocimiento y el debate de ideas. Buscar en la realidad misma las causas de lo que sucede en ella –el gran legado presocrático— no tenía carta de legitimidad.
Para que esto ocurra, estas cualidades o creencias deben estar arraigadas en el individuo y que éste crea en la importancia del buen convivir, que tenga fe en las demás personas que le rodean. Muchos de estas cualidades tienen validez para el ser humano de fe, pues está convencido que la aplicación y la forma de conducirse en la vida por medio de los valores, les dará una recompensa más allá de la muerte; aunque no necesariamente este sea el caso para muchas personas, cuya motivación sea primordialmente un ideal (por ejemplo, el socialismo).
Son de tal importancia, que los estatutos de una localidad o de un país, se basa en ellos, ya que definen fundamentalmente un manual de convivencia en una sociedad o comunidad. Sin embargo, las leyes no garantizan la existencia de los valores en una sociedad, sino que responden más bien a una sanción o castigo si alguno de estos es desvirtuado. Es por ello que los valores tienen un mayor peso que las ordenanzas, aunque éstas estén basadas en estas cualidades.
En un ámbito más específico, en un equipo, estos ayudan a garantizar que el objetivo propuesto por el grupo sean cumplidos en un ambiente armónico y coordinado, al mismo tiempo que permite llegar a soluciones de problemas que puedan ocasionarse. Incluso, estos pueden hacer que cada miembro desarrolle un sentido de pertenencia con el proyecto u organización a la cual integren.
El 29 de julio de cada año se conmemora el Día de los Valores Humanos que tiene como motivo regular la conducta, superación y dignificación moral y espiritual de cada persona. Se sancionó mediante la Ley 25.787 en 2003. A través de esta regulación se dispone que este día se impartan en todos los establecimientos educativos del país clases alusivas, destinadas a exaltar el significado de los valores que dignifican y ennoblecen las relaciones humanas.
La sanción de esta ley surge a partir de que en la última dictadura militar, se practicó una violación masiva y sistemática de los derechos humanos fundamentales, a través del aparato organizado del poder, que actuó bajo la forma del terrorismo de Estado. El objetivo de esta ley es que lleve a los argentinos a reflexionar sobre aquellos principios y sobre el carácter moral que contribuyen a la autorrealización de las personas y de las sociedades, como así también a una valoración espiritual.
En nuestro país,Argentina, esos tres temas siempre estuvieron, en el siglo XX, en el centro del debate público. Los dos primeros –la educación y los valores— ciertamente desde mucho antes que el tema de los derechos humanos, que cobró relevancia a partir de los años setenta del siglo XX, en el marco la violencia militar y paramilitar de esa década y la siguiente, es decir, la de la guerra civil.
En años no muy lejanos –cuando aún había fuelle para debatir temas sustantivos—, no solo se los siguió abordando, sino que se reflexionó y debatió acerca de la forma de articular no sólo la educación y los valores –incluso se acuñó la expresión “educación en valores— sino también la educación y los derechos humanos.
El paradigma de los valores tradicionales (y la concepción educativa inspirada en ellos) no ha desaparecido, aunque sí han cambiado muchos de sus referentes. Pero el peso de las tradiciones siempre en fuerte, y de manera muchas veces subterránea e inconsciente influyen en la vida social, cultural y educativa.
Incluso en el presente, se puede detectar la confluencia de las dos corrientes de valores descritas. Por momentos, hay una cierta tensión entre ambas, que obedece –muchas veces— la resistencia que muestran determinados sectores de la sociedad a aceptar que la educación está íntimamente ligada a valores como la libertad personal (de corporal y mental); la aceptación y respeto una universalidad humana que no excluye las diferencias; la tolerancia, la crítica, la discusión pública y la honestidad intelectual. Estos valores, los valores del laicismo, se nutren (tienen que nutrirse) de la ciencia, la filosofía, la democracia y todas las tradiciones culturales (religiosas y no religiosas) que no desprecian la razón ni la libertad, semejanzas y diversidad de las personas.
En el momento actual, el tema de los derechos humanos y su defensa irrestricta siguen presentes en el debate público. Los derechos humanos no solo constituyen un horizonte normativo para el Estado salvadoreño, que ha suscrito los tratados y pactos internacionales correspondientes, sino que es un horizonte ético-moral ineludible para el conjunto de actores de la vida nacional. Porque cuando se habla de derechos humanos no sólo se trata de defenderlos ante violaciones efectivas de ellos, sino de promover un conjunto de valores que ponen en el centro del quehacer del Estado, en primer lugar, la vida humana y su dignidad como algo fundamental. Pero también, en segundo lugar, la diversidad sexual, religiosa, política y cultural; las opciones vitales de las personas; los proyectos de realización personal que cada individuo, en uso de su libertad y su razón, decida darse a sí mismo.