Los Trenes de la Felicidad

Una madrugada en medio de una vorágine periodística se me apareció el contradictorio recuerdo que Bianca D’Aniello tenía del momento en el que, con 10 años de edad, se subió a uno de los “trenes de la felicidad”.

Era 1947, los estragos de la Segunda Guerra Mundial en la otrora Italia fascista de Benito Musolini eran salvajes como moneda corriente. La pobreza arreciaba principalmente en el sur en plena posguerra.

En un intento por mejorar la situación de la infancia que vivía literalmente en la miseria, como ella, otros 70.000 niños pobres viajaron en tren a lo largo del país entre 1945 y 1952 para pasar una estancia con familias que tenían una mejor situación y podían darles -al menos por un periodo- una vida mejor.

El plan organizado por la Unión de Mujeres y el Partido Comunista supuso un esfuerzo por aliviar la situación de los niños más pobres en plena posguerra.

Entre 1945 y 1952, más de 70.000 niños del sur de Italia viajaron en los llamados “trenes de la felicidad” para vivir con familias del norte que podían ofrecerles alimento, cuidado y un respiro frente a la miseria de la posguerra. No teníamos agua para beber”Bianca creció en la ciudad de Salerno, a 55 kilómetros al sureste de Nápoles. La zona fue una de las más afectadas por la Segunda Guerra Mundial.

Ahora, a sus 88 años, dice en distintos comentarios, que al pensar en esa época se le vienen “recuerdos de miseria y suciedad”.”No teníamos agua, ni siquiera había agua para beber. Y mucho menos para lavarnos. En todas las familias no había nada que comer, yo casi me moría, mis pulmones enfermaban, porque no comíamos. No había nada.

Y los niños enfermaban de tuberculosis”, rememora ..Su padre había muerto a los 40 años, dejando a su madre viuda y con otros siete hijos a cuestas.”Nadie llevaba un sueldo a casa… lo sorteábamos como podíamos”.”Y en el peor de los casos, sólo esperabas la muerte. Porque entonces las madres tenían la sensación de que sus hijos muertos ya no sufrirían”.Mujeres cargaban desesperadamente a sus niños. El sur de Italia fue una de las zonas más afectadas por la pobreza de la posguerra.

El hambre era otra constante.Bianca dice que antes de terminada la guerra los niños incluso comían césped, si es que podían encontrarlo.”Había un gobierno fascista en la época de Mussolini, y cada familia, según la cantidad de hijos que tuviera, recibía un trozo de pan.

“Había un carro con cupones, ibas a la tienda y, de acuerdo con los cupones que tenías, te daban una rebanada de pan”, cuenta.”Cuando había agua, en esa época, los niños corrían hacia la fuente, porque el pan empapado en agua se expandía”.

Esa miseria trascendería a la caída del régimen. Y el doctor del pueblo, Mario del Santo, traería las buenas noticias: la posibilidad de un viaje que podría sacar a los niños de su precaria situación.Sólo debían tomar un tren hacia el norte. La provincia de Reggio Calabria, en la frontera con Italia, también era un foco de desastres naturales.

Como respuesta humanitaria a las graves inundaciones de 1951 y 1953, miles de niños calabreses fueron desplazados y enviados a vivir con otras familias o a campamentos de verano, bases militares o instituciones eclesiásticas en toda Italia.En los traslados estuvieron implicados directamente tanto el gobierno demócrata cristiano de entonces como el Partido Comunista Italiano (PCI) y sus grupos cívicos asociados.Este es un rincón silenciado de la historia italiana y europea. No formaba parte de los libros de texto oficiales de la historia italiana ni era un tema que se discutiera con frecuencia en las comunidades locales calabresas.

Como parte de mi propia investigación, entrevisté a varios niños ex desplazados, ahora de sesenta y setenta años, que me hablaron por primera vez de sus experiencias. Empatizaron con los problemas que enfrentan las personas desplazadas, en particular los niños, que actualmente llegan a Europa y ven similitudes en sus historias de desarraigo.

En las inundaciones de 1951, el Ministerio del Interior informó que los daños afectaron a 68 municipios de Reggio Calabria, que 3.090 viviendas resultaron gravemente dañadas o destruidas, que 3.797 familias fueron acogidas en asentamientos informales y que 49 personas fallecieron. Dos años después, nuevas inundaciones causaron la muerte de 55 personas y que 2.500 más se quedaron sin hogar.

Ante los desastres, el PCI, con la participación de varios grupos como la Unión de Mujeres Italianas, tomó la iniciativa de reubicar a niños de entre tres y doce años del sur de Italia, con el consentimiento de sus padres, para que vivieran con nuevas familias comunistas en el norte de Italia.

Los periódicos de centroderecha de la época condenaron el plan como un “secuestro de la infancia”, haciéndose eco de las críticas a las evacuaciones de niños instigadas por los comunistas durante la guerra civil griega.

El contraste entre la realidad y su mundo

Los niños de hoy crecen en un contexto muy diferente. Para muchos, la idea de la pobreza extrema, el hambre y la destrucción de la posguerra resulta abstracta. La historia del tren de la felicidad podría parecerles incomprensiblemente triste:

  • La separación de la familia: La idea de que unos padres, por amor, envíen a sus hijos con extraños para que no mueran de hambre es un concepto duro de asimilar. Podrían sentir tristeza y una profunda empatía por el dilema de los padres y el miedo de los niños que viajaban solos.
  • La falta de comodidades: Escuchar que los niños no tenían comida, ropa ni calzado podría sorprenderlos, ya que crecen en un mundo donde estos bienes se dan por sentados. Les haría reflexionar sobre la gratitud y el valor de las cosas cotidianas.

2. La perspectiva de la solidaridad y el amor

A pesar de la tristeza, la historia también resalta valores universales que los niños de hoy pueden apreciar:

  • La solidaridad humana: La iniciativa muestra cómo la gente se unió para ayudarse mutuamente en un momento de crisis, un mensaje muy poderoso. Ver a familias enteras del norte acoger a desconocidos les enseñaría el valor de la generosidad.
  • El sacrificio por amor: Aunque doloroso, el acto de los padres fue un sacrificio de amor incondicional para salvar a sus hijos. Esta lección sobre el amor verdadero y la resiliencia es un mensaje que trasciende la época.

En conclusión, los niños de hoy, al conocer la historia del “Tren de la Felicidad”, probablemente la verían como un relato de contrastes: un drama desgarrador sobre la separación familiar, pero al mismo tiempo una lección conmovedora sobre la solidaridad, la resiliencia y el amor en tiempos de desesperación.


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